¿Te cuesta decir “no” y acabas haciendo cosas que no te apetece para que nadie se moleste? ¿Sientes que te pasas el día complaciendo a los otros? ¿Te sientes culpable si antepones tus necesidades a las de los otros porque consideras que eso es ser egoísta?
Cuando Manuel J. Smith escribió su libro «Cuando digo no me siento culpable» analizó los factores que estaban en la base de esta actitud e identificó:
- Dificultad a la hora de poner límites
- Falta de asertividad
- Bajo autocuidado
- Problemas de autoestima
Es decir, si queremos mejorar nuestro autocuidado una de las tareas imprescindibles es aprender a poner límites de manera asertiva. Al hacerlo protegemos nuestras necesidades, cuidamos de nuestro bienestar emocional, mejoramos nuestra autoestima y aprendemos a relacionamos con los demás de una manera más saludable.
¿Por qué complacemos tanto?
La dificultad para poner límites nos lleva a caer en la complacencia y acabamos haciendo cosas que no queremos hacer porque nos cuesta «decir no».
El origen de esta actitud está en nuestra infancia. Tanto en nuestra familia como en el entorno cultural donde crecemos recibimos mandatos y mensajes que potencian la complacencia. Aprendemos a que socialmente está muy bien visto anteponer a tus propias necesidades las de los otros.
Pero ¿cuál es la utilidad de la complacencia? Fundamentalmente evitar el conflicto con los otros y asegurarnos la acepción y la integración.
La cuestión es que cuando la complacencia se generaliza en extremo, se produce una desconexión de nuestros propios deseos, de nuestras necesidades y es entonces cuando actuamos y tomamos decisiones en función de lo que el otro quiera. Esto no sólo es agotador sino que puede generarnos tristeza o incluso ira hacia nosotros mismos o hacia los demás.
¿Por qué nos cuesta poner límites? La respuesta está en que cuando lo intentamos conectamos con la culpa y sentimos que «si antepongo mis necesidades, entonces soy egoísta».
Límites y Autocuidado
¿Es posible cuidarnos sin dañar a los demás? Sí, pero para ello es imprescindible que aprendamos a poner límites asertivamente. Una correcta puesta de límites no sólo es un indicador de madurez emocional sino un indicador de salud mental.
Tomar nuestra decisiones con estos criterios va a ayudar a relacionarnos desde un lugar más auténtico y respetuoso con los otros, mejorar nuestros vínculos sociales, evitar situaciones que no nos apetecen y que nos provocan cansancio, malestar e incluso ansiedad.
¿Cómo poner límites sin culpas?
Para poner límites de una manera correcta y saludable tenemos que hacerlo con firmeza pero también con cariño. No se trata de ser desagradable u hostil con el otro, sino de expresar nuestra necesidad y nuestro deseo basándonos en el respeto mutuo.
Algunas pautas para aprender a poner límites:
1. Contacta con tus deseos y necesidades. En situaciones de duda puede ayudarte que te preguntes para qué harías tal o cual cosa. Te dará claves sobre cuál es la finalidad de tu conducta
2. Explora las emociones que te provoca aquello sobre lo que dudas. Si aparece malestar, frustración o cansancio valora si estás ignorando o no tus necesidades
3. Comunica asertivamente al otro que «no vas a hacer tal o cual cosa». Hazlo con claridad, respeto, serenidad y de manera breve. No es necesario que te justifiques en exceso.
4. Mantén tu decisión con firmeza. Es cierto que al principio cuesta poner los límites y mantenerlos pero con el tiempo sentirás naturalidad al hacerlo
Recuerda que poner límites es un gesto de respeto hacia ti mismo y hacia los otros. Al hacerlo te muestras como eres realmente.
¿Qué pasa si no ponemos límites?
La falta de límites suele derivar en agotamiento emocional, relaciones poco saludables basadas en desequilibrios y una constante sensación de frustración que va minando nuestra salud mental generando problemas de ansiedad y depresión.
Además, nuestra autoestima y nuestro autoconcepto se ven afectados. Nos percibimos inseguros, inestables e incluso confundidos sobre quienes somos y qué es lo que realmente deseamos.
¿Y si no puedes solo/a? Cuando empezar terapia
A veces nos cuesta comenzar a poner límites. Llevamos toda la vida haciendo lo mismo y es difícil hacer algo diferente. Además cuando iniciamos un proceso de cambio se activa el miedo y las dudas sobre si lo estamos haciendo bien o no, nos bloqueamos y puede aparecer la culpa.
Es frecuente que en este proceso conectemos con patrones más profundos relacionados con nuestra historia personal. Quizá aprendimos a complacer como una estrategia de defensa en situaciones escolares o personales difíciles donde pudimos sentirnos rechazados. Complacer fue entonces una «solución» para evitar el rechazo pero ahora se ha convertido en un problema.
Si al intentar poner límites el miedo o la culpa nos bloquea, la terapia puede ayudarnos a identificar el origen de la dificultad, analizar los patrones y los factores que en la actualidad obstaculizan el cambio y sustituirlos por modelos más saludables.
Aprender a poner límites no es ser hostil ni aislarte de los demás, sino conectar contigo, con tus deseos y necesidades y respetarte. Es avanzar hacia tu autocuidado, el de los otros y el de tus relaciones.
En Centrum Psicólogos estamos para acompañarte. Si crees que ha llegado el momento de priorizarte, no dudes en contactarnos. Cuidarte no es egoísmo. Es un acto profundo de amor propio.